Hasta hace unos meses mi rutina laboral consistía en madrugar para leer buena parte de los diarios que circulan en esta limeña ciudad. Así aprendí varias cosas que de otra forma no haría: desde leer El Comercio en 20 minutos sin terminar cubierta por esa sábana de papel, hasta reirme de las historias de ciencia ficción que diariamente ofrece La Razón a toda página y a todo color, en torno a la antigua guerra con Chile.
Pero una de las cosas que he notado y que alguna vez algún profesor o profesora de la universidad mencionó es que la prensa acude al Estado como principal fuente de información. Después de estos años de sumergirme por las páginas de los encargados de informarnos, no tengo más corroborar esta premisa con mucha insatisfacción.
Si hacemos un repaso por los diarios de un día X, nos daremos cuenta que todos tienen las mismas noticias, la misma muerte, el mismo lote petrolero, la misma tarifa de luz, el mismo Congresista robaluz, mataperro, comepollo, etc. y el 90% de estas noticias salieron de las áreas de comunicaciones del sector público. Siempre más de lo mismo. Da igual leer El Comercio, La República o El Trome, porque siempre quedo con la (desagradable) sensación de que El Estado fue quien que me dijo las cosas que él quiere que me entere.
Si un día se supendiera toda actividad de la esfera estatal; no se hicieran envíos de notas de prensa a los medios desde las oficinas de comunicaciones de ministerios, Congreso, Poder Judicial y Ejecutivo y la web de Andina fuera atacada por un gran virus que devorara como un Pac Man toda su información, tengo la total seguridad que los diarios saldrían solo con su sección deportiva. ¿Es que realmente no tenemos nada que decir? ¿El Estado es el que debe dictarnos la pauta de la agenda informativa?
El excelente periodista argentino Jorge Lanata dijo una vez en una entrevista que le hicieran para la revista Gatopardo que su sueño era tener una publicación que llegue al siguiente acuerdo con sus lectores: "Solo saldré cuando tenga algo realmente importante qué decir".
Bastante utópico el sueño de Lanata, pero pienso que si alguna vez se hiciera realidad en nuestra Lima, entonces pocas veces veríamos diarios colgados con gancho de ropa en los kioskos, pero los leería con la certeza y satisfacción que fue un periodista el que se rajó para que llegue a mí esa noticia y no fue preparada y maquillada por la burocracia reinante de todo edifico público.
domingo, 11 de octubre de 2009
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