domingo, 1 de noviembre de 2009

LLegó la Navidad.

Recién comienza noviembre y ya siento que se fue el año. Comienza la época que más me gusta: La Navidad. Así es, me encanta el ambiente navideño, ir al Mercado Central el día que está repleto de gente y comprar bolas, cintas y escarcha para mi árbol; me encantan las lucecitas parpadeando en todas partes: casas, ventanas, tiendas, etc., me encanta el olor a panetón en Metro. Me gusta escuchar el soundtrack de villancicos con el que Saga y Ripley torturan los oídos de sus empleados durante las fiestas.

Pero el motivo más importante por el cual la Navidad me pone tan feliz es esa sensación agradable de que siempre puedo volver a empezar. No importa que he hecho mal en el año, de qué me he arrepentido, a quién he ofendido, cuánto tiempo he perdido o de quién me he alejado. El 24 de diciembre siempre paso una Navidad feliz, comiendo el glorioso pavito y la ensalada Waldorf suprema que prepara mi mamita, abriendo el regalo del amigo secreto que hacemos entre las 4 personas que integran mi familia - este año somos 5-; y sobre todo pensando que tengo todo un año nuevecito por delante para hacer las cosas mejor y que todo lo horrible de este año ya quedó atrás. El 25 de diciembre no nace ningún niño Jesús, nazco yo. ¿Hay algo más feliz que eso?

Esta canción es la síntesis de lo que me provoca la Navidad, en una buen versión de La Oreja de Van Gogh