martes, 24 de noviembre de 2009

Ese pequeño orejón


Creo que ya me estaba demorando demasiado en escribir sobre un ser muy especial que llegó a mi vida en cuatro patas hace 1 año y unos meses: Yaco.

El día que entró a mi departamento lo podía levantar con una mano, entró a mi sala con la mirada caída y nadie presagiaba el pequeño demonio de Tazmania en que se convertiría, ni lo mucho que lo íbamos a querer.

Pero por qué querer a un perro orejón que se cagaba por todos lados, que mordía muebles, patas de sillas, mesas, zapatos, revistas, diarios, etc. Por qué querer a un perro que esperaba como león a su presa que caiga una media o papel al suelo para tomarla en su hocico y correr a esconderse bajo la mesa. Por qué querer a un can que hizo llorar a mi padre a las 5 de la mañana por hacerle un agujero a su recién estrenado pantalón de lanilla italiana.

Pues aguantamos eso y mucho más porque es el único ser que sin importar lo molesto que llegues a casa, o las muchas horas que lo hayas dejado solo, siempre está feliz de verte y apenas abras la puerta te dirá hola con su cola.