Cuando estás fuera del Perú, hasta la cosa más insignificante te hace pensar en él. Aún está fresco en mi memoria el Cua Cua que me comí 3 años después de salir de Perú, cuando vivía en Venezuela. Todavía recuerdo la satisfacción de abrir la refrigeradora y ver entre el humo helado que se desperramaba por mi cara, la envoltura marrón con el pato amarillo sonriendo feliz y congelado.
Creo que durmió una semana guardado en su habitación glaciar, hasta que no pude más y lo abrí. Mordí el Cua Cua helado y cada pequeño cuadradito de wáfer se me pegaba en la lengua y dejaba salir todo el sabor a chocolate que hacía trabajar a mil mi memoria y recordar a mi tierrita.
Quince años después, estoy aquí, paso por una bodega o por un súper y veo el mismo pato amarillo sonriendo, ya no tiene la gorra de costado y su atuendo es más moderno. Ya no es el mismo de antes pero sigue siendo el mismo de siempre.
Les dejo un antes y un después del Cua Cua
conmovedora historia...
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