martes, 27 de diciembre de 2011

Un Cua Cua

Cuando estás fuera del Perú, hasta la cosa más insignificante te hace pensar en él. Aún está fresco en mi memoria el Cua Cua que me comí 3 años después de salir de Perú, cuando vivía en Venezuela. Todavía recuerdo la satisfacción de abrir la refrigeradora y ver entre el humo helado que se desperramaba por mi cara, la envoltura marrón con el pato amarillo sonriendo feliz y congelado.
Creo que durmió una semana guardado en su habitación glaciar, hasta que no pude más y lo abrí. Mordí el Cua Cua helado y cada pequeño cuadradito de wáfer se me pegaba en la lengua y dejaba salir todo el sabor a chocolate que hacía trabajar a mil mi memoria y recordar a mi tierrita.
Quince años después, estoy aquí, paso por una bodega o por un súper y veo el mismo pato amarillo sonriendo, ya no tiene la gorra de costado y su atuendo es más moderno. Ya no es el mismo de antes pero sigue siendo el mismo de siempre.
Les dejo un antes y un después del Cua Cua

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