Los que me conocen (o creen que me conocen) saben que, así no más, no hablo sobre mi vida. Para mí es muy difícil decir lo que siento (no lo que pienso), pues tengo la idea -equivocada o no- que mis amigos ya tienen suficiente con sus rollos como para aventarles los míos. Así que aprovecharé este insólito arranque de desahogo, para escupir algunas cosillas que face to face no te las suelto ni a patadas.
Hace unas semanas -y entre broma y broma- me puse una etiqueta graciosa, creada para un solitario candidato presidencial: foreveralone. Lo curioso fue que de tanto repetirla, me empecé a creer el cuento y la sensación no fue muy agradable. La espina sobre si soy una foreveralone o estoy en camino a serlo comenzó a hincar.
En el 2005 murió Omar, la única persona con la que tuve una relación sentimental plena; han pasado casi 6 años desde que dije adios y durante este tiempo no he vuelto a toparme, tener o encontrar, una persona con la que me sienta tan bien como me sentí con él. En algún momento me pregunté si estaba cometiendo el error de esperar a alguien que sea como mi finado enamorado, pero concluí que no; que simplemente quería una relación donde no me importe entregar todo -en cristiano ser pisada (porque lo soy)-, mientras sienta que vale la pena.
Las personas (no especulen con el número, por favor) con las que me he topado durante este tiempo, no han sido mala gente, pero con ninguno me he sentido feliz y creo que eso sucedió, sobre todo, porque no supe sentirme feliz conmigo misma.
Conversando con una buena amiga, me dijo: no eres foreveralone, eso déjalo para Castañeda. Creo que le haré caso y no le arrebataré el título al solo y triste Castañuelas.
Para terminar les dejo esta salsita bien foreveralone:
domingo, 22 de mayo de 2011
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